Acción contra el Hambre lanza http://www.experimentocomparte.org para estudiar el comportamiento del ser humano cuando se enfrenta a la realidad de un mundo mal repartido.
En un mundo con capacidad para alimentar al doble de su población, 3,5 millones de niños mueren por desnutrición aguda cada año.
De los 20 niños sometidos a estudio, 20 compartieron su comida. Queda claro que la lucha contra el hambre es más fácil si todos compartimos un poco.
Deberíamos aprender.
domingo, 30 de octubre de 2011
viernes, 28 de octubre de 2011
Las maestras de la II República
Las maestras de la II República trabajaron a través de la educación para crear una sociedad más justa e igualitaria.
Con el franquismo sufrieron una dura represión y como no eran consideradas seres pensantes, no fueron castigadas en base a su ideología, como los maestros, sino por "su falta de moralidad".
Muchas maestras de la II República veían en la educación la más digna y hermosa herramienta para hacer un mundo más justo e igualitario. Y con ese sueño trabajaron en la extenuante tarea de formar a una población analfabeta y desnutrida. Se creó una escuela pública, obligatoria, laica, mixta, basada en la solidaridad y eminentemente rural. Pra recuperar la memoria de aquellas maestras se ha creado una guía didáctica disponible on line y en pdf. El programa De este a oeste, de la Asociación de Emisoras Municipales de Andalucía, a través de la Onda Local de AndalucíaLuz Martínez, nos acerca a estas mujeres en una conversación con Luz Martínez, secretaria de Políticas Sociales de FeTE UGT.
“Juntaban a los niños y las niñas porque estaban convencidas de que así podríamos conseguir una sociedad más igualitaria”
“Cuando llega la represión de la Guerra Civil, como no se les considera mujeres pensantes, se les acusó no por su ideología, como a los maestros, sino de falta de moralidad”
sábado, 22 de octubre de 2011
Soledad Real
Su historia es la de muchas otras mujeres que defendieron la Democracia desde la retaguardia de la Guerra Civil española. Le costó 16 años de prisión durante el franquismo. Tuvo un papel protagonista en el Movimiento Democrático de Mujeres.
Soledad Real nació en el barrió obrero de la Barceloneta, el mismo año de la huelga general en España en la que su padre, obrero metalúrgico, participaba. En casa es necesario el dinero para comer y a los siete años tiene que abandonar el colegio para empezar a coser a domicilio.
La proclamación de la II República abre un nuevo horizonte, el debate que mantiene en las Cortes Clara Campoamor para conseguir el voto para las mujeres no pasa desapercibido. Soledad ingresa en el club cultural y deportivo de su barrio y en las Juventudes Comunistas. En 1934 comienza su formación en la escuela de cuadros Lina Odena.
En julio de 1936 los militares fascistas dan un golpe de Estado y comienza la Guerra Civil española. Soledad Real ya tiene 19 años y sabe lo que quiere: continuar ganándose el pan, el cuidado y defensa de los más desfavorecidos y seguir con sus estudios. Ella no quería la guerra, quería que la dejaran vivir en paz.
Participa intensamente en la retaguardia, en su barrio, organizando el suministro del pan. Colabora también en la reestructuración de los transportes públicos que habían dejado paralizada la ciudad. La acogida y colocación en familias de los niños huérfanos es otra de sus labores durante los tres años que duró la guerra.
En 1941 es detenida y tras veintiocho días de torturas ingresa en la cárcel de mujeres de Les Corts. En 1944 un tribunal militar la juzga y es condenada a treinta años de cárcel por un delito contra la seguridad del Estado. Haber pertenecido a las Juventudes Comunistas es su pecado. En 1957, tras dieciséis años de su vida en la cárcel, queda en libertad condicional con prohibición expresa de volver a Barcelona. Empieza entonces a militar en Asociaciones de Amas de Casa, donde continuará su trabajo, creando en 1980 el Centro Cultural de Mujeres del Lucero de Madrid, una antigua reivindicación de las mujeres del barrio.
La historia de Soledad Real es la historia de muchas mujeres que defendieron sus ideales en la retaguardia de una guerra. Mientras ellos hacían la muerte defendiendo a la República en las trincheras, ellas cuidaban la vida defendiendo a la República en la retaguardia, sosteniendo la vida de sus compañeros encarcelados o manteniendo vivos a sus hijos sorteando la pobreza.
Esas mujeres montaña ocultando a los maquis en los más profundos bosques con su cuerpo. O escondiendo a los desertores que, como ellas, no querían matar ni morir. A quienes estaban en peligro de cárcel o muerte o a la buena gente que huía de un pueblo o de otro (de un bando o de otro) los escondían en sus propias casas. Y compartían con ellos el pan y la sal. Ellas no guardaron silencio. Soledad, como tantas otras, no era víctima escondida sino que pasó a la acción, se puso en juego y se la jugó.
Por este trabajo haciendo paz en la retaguardia, mujeres republicanas abarrotaron las cárceles franquistas y otras murieron fusiladas. Para rescatar estas historias olvidadas, tratando de reparar tanta injusticia y con el deseo de conocerlas y darlas a conocer para poder aprender de ellas, en 1996, la Librería de Mujeres a la que pertenezco, decidió organizar una fiesta-homenaje. Se logró reunir a 200 mujeres comunistas, anarquistas, socialistas que llegaron de todos los rincones de España para recibir un primer homenaje. Las filiaciones y pertenencias quedaron en un lugar secundario; todas estaban allí como mujeres que se habían entregado a una creencia que iba más allá de las ideas o ideologías: defender la libertad y la vida.
Sole fue una de las mujeres que a partir de entonces empezó a frecuentar la librería. Aparecía por allí y se sentaba con nosotras en la mesa camilla donde trabajamos, iba desgranando sus recuerdos, sus pensamientos, sus convicciones. Mientras la escuchábamos fascinadas, ella nos contaba los primeros meses de la guerra en Barcelona, cómo las mujeres tomaron las riendas porque sus hombres estaban en el frente y organizaron el reparto del pan para que llegara a todas y todos y nadie acaparase. La toma de los autobuses para que la ciudad no quedara paralizada, la reorganización en los barrios de las escuelas, la acogida de familias que llegaban huyendo de las masacres. La huida al acercarse el final de la guerra y la entrada de los fascistas en Barcelona. Cómo organizaron la salida de los dirigentes grandes o pequeños y de sus familias, después de ella. La traición de los franceses que, como muchos de los Gobiernos europeos, rechazaron a los refugiados y les obligaron a volver a España. La detención, la tortura, los largos años de cárcel, marcados por la dureza, y la crueldad pero también por la solidaridad y el compañerismo entre las presas.
Sole aprendió a ser libre volcándose en la defensa de otros y otras. Si la tortura en la cárcel humillaba su más íntimo ser, supo encontrar en la relación con las otras encarceladas y doloridas la complicidad para poder sobrevivir juntas. Y al salir de la cárcel después de tantos años, la militancia activa y su Grupo de Mujeres del Barrio Lucero. Y leer, estudiar, aprender lo nuevo, lo inesperado. Tomar conciencia de que no hay paz verdadera mientras la violencia no desaparezca de las costumbres, mientras la violencia siga acosando a las mujeres. Y así fue tejiendo su nuevo pensamiento feminista y solidario.
Sole fue acusada tantas veces a lo largo de su vida de ser rebelde, comunista, pobre o roja, que aunque trataban de insultarla, ella se enorgullecía, convencida cada día más de que estaba en el lado justo. Tan sólo lamentó y le dolió profundamente la acusación de los hombres de su partido de ser feminista y defender a las mujeres.
Las conversaciones con Soledad Real en la librería se convirtieron en momentos únicos, que nos conmovían el corazón. Todas nos quedábamos calladas y la escuchábamos con atención hablar de la lucha de clases y de la lucha de las mujeres; del silencio de ellas que, sin dejar de hacer, se la jugaban por la justicia; el amor a los que parecen menos y que son más.
Todavía, alguna noche de insomnio llena de miedo y desesperanza, oigo sus voces femeninas y cascadas por la edad cantar entusiasmadas el Himno de Riego. Oigo la voz de Soledad Real fuerte e intensa, y a la vez llena de delicadeza, que llega hasta mí desde muy lejos, llena de conocimientos antiguos y nuevos, y todavía empeñada en pedir lo que puede parecer imposible, la paz y la justicia en el mundo. Y, reconfortada, renace en mí la esperanza.
jueves, 20 de octubre de 2011
Hacia la primera Ciudad de los Derechos Humanos
Ciudadanos comprometidos con la Primavera Árabe trabajan en las comunidades para lanzar la primera Ciudad de los Derechos Humanos en Oriente Próximo.
El objetivo es lograr que, en una ciudad determinada de la región, residentes y autoridades adopten los derechos humanos como una forma de vida y se involucren en planes y acciones positivas para alcanzar la justicia social y económica de toda la comunidad. El modelo busca asegurar que todas las leyes, políticas, recursos y relaciones en la localidad respeten los derechos y la dignidad de de sus miembros.
“Todos en la ciudad están en igualdad de condiciones y, sean alcaldes o basureros, se sientan a la mesa como iguales buscando colectivamente lo que debe ser resuelto a través de una perspectiva de derechos humanos”, explicó Robert Kesten, director ejecutivo del Movimiento Popular para la Educación en Derechos Humanos (PDHRE, por sus siglas en inglés), con sede en Nueva York.
Los principios guía para este modelo de ciudad están consagrados en la propia Declaración Universal de Derechos Humanos, ratificada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en 1948. Es importante que residentes y autoridades conozcan y sean capaces de actuar de acuerdo con los derechos, y que estos se apliquen en todos los niveles de los procesos de toma de decisiones y de resolución de problemas.
El enfoque comunitario requiere un cambio de paradigma. Si bien las instituciones nacionales son usualmente responsables de promover y proteger los derechos y las libertades de acuerdo con los tratados internacionales firmados por el Estado, en una Ciudad de los Derechos Humanos gran parte de la responsabilidad recae en el ámbito local. Las autoridades y los residentes se convierten en agentes de cambio.
“En vez de concentrarse en un tema o grupo particular de personas… trabajamos a nivel comunitario, enfocándonos en cada hombre, mujer y niño”, explicó Omar Aysha, activista de El Cairo que trabaja en la iniciativa. Rosario, Argentina, se convirtió en la primera Ciudad de los Derechos Humanos del mundo en 1997. Hoy el modelo se aplica en 15 urbes de África, América y Europa. El PDHRE inició los proyectos, pero la mayoría fueron completados por las propias comunidades.
Antes de la Primavera Árabe parecía poco probable que el concepto pudiera aplicarse en Medio Oriente y el norte de África, región en la que regímenes autoritarios le negaban a la ciudadanía derechos políticos, económicos y sociales básicos. Pero los levantamientos populares que acabaron con los gobiernos en Túnez, Egipto y ahora Libia parecen haber abierto una ventana de oportunidades.
"Somos libres a pesar de la represión" Bahrein, 2011 (AP Photo/Hasan Jamali)
“El trasfondo de estas revoluciones está vinculado con la lucha por la libertad y la democracia”, dijo Kesten. “El deseo de ser libre es un motor poderoso, así que cuando Túnez cayó nosotros sabíamos que otros países no estarían lejos” de derrumbarse también, añadió. Una demanda fundamental de los manifestantes en los levantamientos era que los gobiernos rindieran cuentas ante sus pueblos.
Tradicionalmente, los gobiernos funcionan como una pirámide con el órgano ejecutivo al tope. El objetivo de las ciudades de derechos humanos, explicó Kesten, es “invertir la pirámide y colocar a las personas encima de todo, para que puedan ser dueñas de sus propios derechos”.
El PDHRE identificó a la norteña ciudad egipcia de Alejandría como la posible primera Ciudad de los Derechos Humanos de la región. Fue en esta ciudad mediterránea de cuatro millones de habitantes en donde la lucha por las libertades individuales y la justicia social de este país árabe adquirió una fuerza sin precedentes.
En junio de 2010, dos oficiales de policía de esa ciudad sacaron a la fuerza a Khaled Said, de 28 años, de un local de Internet y lo golpearon hasta matarlo.
Cuando la fotografía del joven muerto se hizo pública, se desató una fuerte indignación popular, motivando crecientes protestas que, a la postre, terminaron con el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak. El PDHRE espera generar impulso en base al legado de Said para desarrollar Alejandría como primera Ciudad de los Derechos Humanos de Medio Oriente.
La organización destaca que se trata de una ciudad más pequeña y por tanto más accesible que El Cairo. Además, es útil su importancia internacional e histórica. El desafío de transformar una ciudad notoria por su represión política y brutalidad policial en un faro de las libertades individuales requiere de un nuevo enfoque.
En agosto, el PDHRE creó los Cuerpos de Derechos Humanos de Egipto, grupo de representantes del gobierno, el sector privado y la sociedad civil encargados de “llevar el mensaje a la comunidad”. Los integrantes de los Cuerpos recibieron entrenamiento sobre cómo personalizar los derechos humanos e introducirlos en la vida diaria. Se encargan de trasladar los valores al hogar, el lugar de trabajo y a toda la red social.
“Es importante no solo que las personas conozcan sus derechos, sino que también los integren a sus vidas”, explicó Aysha, líder de los Cuerpos. “Se olvidan las lecciones a menos que las conviertas en parte integral de todo lo que hagas”. Mientras los regímenes autoritarios siguen cayendo en Medio Oriente y el norte de África, el PDHRE ve la oportunidad de facilitar una nueva comprensión sobre los derechos humanos, pasando “de la caridad a la dignidad”.
La organización trabaja en forma paralela en Túnez, donde activistas locales lanzaron sus propios Cuerpos de Derechos Humanos. Y ahora, con el fin del régimen de Muammar Gadafi, Libia podría ser el próximo paso.
domingo, 16 de octubre de 2011
viernes, 14 de octubre de 2011
Matar al padre intelectual
Contra la postmodernidad es un panfleto contra el anquilosamiento del pensamiento que se ha abstraído de cuestiones políticas y económicas.
Ernesto Castro durante la presentación de su libro
A decir verdad, nuestro invitado, Ernesto Castro, no ha escrito el libro para pensar el momento presente, sino para ajustar cuentas con el pasado.Él, estudiante de filosofía (acaba de cumplir 21 años, aunque no te lo creas al escucharlo) es una mente inquieta que ha intentado resumir la era postmoderna del pensamiento: y explicar por qué la filosofía de los últimos 50 años -este período oscuro del que intentamos salir o del que nos están sacando a golpe de crisis- no ha bastado para dar cuenta de los fenómenos del mundo, se ha abstraído de analizar las consecuencias del poder económico en las vidas y ha resultado insuficiente e incluso cínica frente al avance aplastante del neoliberalismo.
Las diversas corrientes filosóficas del periodo reciben su ración de análisis y Castro reivindica, para poder enfrentarnos a los hechos sin el cinismo de épocas pasadas, un “marxismo sin modales”.
Cuando titulamos esta breve presentación “Matar al padre” hablamos literalmente del padre biológico, además del intelectual, pues Castro es hijo de Fernando Castro Flórez, como nos aclara en el curso de esta entrevista.
Algo sacamos en claro de esta charla y es la necesidad del compromiso: con las propias palabras, con la propia visión. Una de las cuestiones en las que más insiste el autor es en preguntarnos y preguntarse: “¿A quién sirve mi discurso?” ¿Quién lo dicta? ¿Quién lo instrumentaliza? Si muchos de los intelectuales más reconocidos de España permanecen sin pronunciarse con seriedad Algo sacamos en claro de esta charla y es la necesidad del compromiso: con las propias palabras, con la propia visión. Una de las cuestiones en las que más insiste el autor es en preguntarnos y preguntarse: “¿A quién sirve mi discurso?” ¿Quién lo dicta? ¿Quién lo instrumentaliza? Si muchos de los intelectuales más reconocidos de España permanecen sin pronunciarse con seriedad sobre el fenómeno de respuesta y protesta global que llevamos a cabo desde hace meses, quizá sea el momento de dar paso a otros.
El discurso de este escritor y miembro de Juventud Sin Futuro en las páginas de este Contra la postmodernidad es lo suficientemente combativo y vehemente como para dedicarle esta hora de radio.
jueves, 13 de octubre de 2011
Primera mujer que aspira a la presidencia egipcia
Buthaina Kamel es la primera mujer en aspirar a la Presidencia en la historia moderna de Egipto. Aunque admitió que sus posibilidades eran exiguas, dijo hacerlo por principios.
"Pretendo mostrarle al mundo que Egipto es un país moderno, en el que las mujeres tienen derecho a disputar los más altos cargos del Estado, lo cual, como el de voto, es un derecho humano básico", explicó.
Un grupo de mujeres manifestándose en Egipto contra el gobierno de Mubarak (Foto: AP)
Buthaina Kamel es la primera mujer en aspirar a la Presidencia en la historia moderna de Egipto. Tras comenzar su carrera en la radio estatal, Kamel trabajó durante gran parte de los años 90 como presentadora de televisión. En 2005, luego de un polémico referendo sobre una serie de reformas constitucionales, se volcó a la política. Pronto se convirtió en una fervorosa integrante del movimiento democrático Kefaya y en abierta crítica del gobierno de Mubarak. “Participé en numerosas manifestaciones y marchas, especialmente contra la corrupción oficial”, dijo.
Kamel destacó que también apoyó desde el comienzo las protestas que derivaron en la caída del régimen. “Yo estaba en la Plaza Tahrir (epicentro del levantamiento popular) el 25 de enero, el día en que empezó la revolución”, afirmó. Tras la salida de Mubarak, volvió a trabajar en la televisión estatal. Sin embargo, dice que fue “marginada” por sus superiores debido a su resistencia a limitarse a leer el texto de las noticias.
Desde entonces, ha sido interrogada en tres ocasiones por las autoridades militares, la última de ellas luego de haber cuestionado abiertamente al Consejo Supremo. Kamel dijo que se inspiró en los activistas jóvenes –incluyendo varias mujeres– que conoció en el transcurso del levantamiento de 18 días contra el régimen.
“Tengo mucha confianza en los jóvenes de Egipto, en su capacidad de liderar el país en el periodo que viene”, afirmó. “Las mujeres jugaron un importante papel en la revolución, y muchas cayeron como mártires. Ahora esperamos que gocen de un rol más activo en la política nacional del que te tuvieron en el pasado”, añadió.
La Constitución egipcia de 1956 les concedió a las mujeres el derecho a votar y a postularse en las elecciones nacionales. No obstante, la participación femenina en la política fue mínima durante los 30 años de gobierno de Mubarak. Según cifras divulgadas por el no gubernamental Centro de El Cairo para el Desarrollo, la participación de las egipcias en las elecciones nacionales entre 1981 y 2010 fue de apenas cinco por ciento.
Durante el mismo periodo, las mujeres ocuparon solamente dos por ciento de las bancas en el parlamento y menos de cinco por ciento en los concejos municipales. Aunque tiene un enfoque moderno, Kamel no está afiliada a ninguno de los muchos partidos liberales que emergieron tras la revolución. Prefiere presentarse como independiente, y su plataforma política se enfocará en defender a “todos los egipcios privados del derecho de votar”.
“No me postulo solo por las mujeres, sino por los marginados (de las sureñas regiones) del Alto Egipcio y de Nubia, por las tribus beduinas, los pobres, los ancianos y los discapacitados”, afirmó Kamel, señalando que su programa político se concentraría principalmente en “combatir la corrupción y el desempleo”.
El mayor obstáculo que afronta es el hecho de que, en este país de mayoría musulmana, gran parte de los habitantes, tanto hombres como mujeres, descartan la idea de tener una presidenta. Algunos partidos y grupos musulmanes, especialmente la influyente Hermandad Musulmana, rechazan de plano la posibilidad por motivos religiosos.
Según explicó Essam al-Arian, vicepresidente del Partido Justicia y Libertad, brazo político de la Hermandad, existen dos escuelas de jurisprudencia islámica sobre este tema. ”Algunos juristas dicen que está permitido tener a una mujer como jefa de Estado, y otros dicen que no. La Hermandad cree que no”, señaló. “Apoyamos el derecho de las mujeres a la educación, al empleo e incluso a formar parte del parlamento o a ser ministras de gobierno, pero no a ocupar el puesto de soberano nacional”, subrayó.
“Pero ésta es nuestra postura, y no la del Estado”, aclaró. “Por supuesto, ella tiene el derecho constitucional, al igual que todos los ciudadanos egipcios, a postularse a la Presidencia. Esto simplemente significa que, si bien la Hermandad prefiere no presentar una candidata, definitivamente no impedirá que otros sectores lo hagan”.
Aunque se espera que tenga buenos resultados en las próximas elecciones parlamentarias, el Partido Justicia y Libertad anunció que no presentaría un candidato en los comicios presidenciales.
La activista Esmat al-Merghani, primera mujer en dirigir una fuerza política, el Partido Social Libre, elogió el coraje de Kamel. ”La postulación presidencial de Buthaina impulsará la imagen de Egipto como un país moderno y civilizado”, dijo Al-Merghani. ”Aun cuando no gane, ya abrió una nueva puerta para el avance de las mujeres, sin mencionar que tiene el honor de ser la primera egipcia en postularse a la Presidencia”, agregó.
Kamel, por su parte, es optimista. “Cuando le hablo a la gente, aun en bastiones de la tradición como el Alto Egipto y el Delta del Nilo, el hecho de que sea mujer hace poca diferencia”, aseguró. “Lo importante es que escucho sus puntos de vista y entiendo sus problemas”. ”Soy plenamente conciente de la naturaleza patriarcal de la sociedad egipcia”, añadió. “Pero creo que soy capaz de liderar a los más de 80 millones de habitantes del país”.
lunes, 10 de octubre de 2011
“Queremos niñas visibles e inevitables”
La iniciativa guatemalteca "Abriendo Oportunidades" pretende favorecer el liderazgo femenino indígena
El trabajo va dirigido a niñas y jóvenes de ocho a 18 años, con el propósito de fortalecer las comunidades rurales y crear "espacios seguros" en los que ellas puedan reunirse y aprender sobre autoestima, desarrollo de aspiraciones y planificación del futuro, salud sexual y reproductiva y prevención del VIH, entre otros temas.
Niñas guatemaltecas en clase (Javier Bauluz/ Piraván)
“Aprendí a no tener miedo y a quererme. Antes no quería hablar con las personas porque sentía que me criticaban y que no servía para nada“, relató Hilda Tura, de 12 años, beneficiaria del programa Abriendo Oportunidades que apoya el liderazgo de la mujer indígena. ”A veces mis compañeros de la escuela se burlan porque somos mujeres. Nos dicen que no podemos hacer nada, pero en el programa aprendí que las mujeres sí podemos hacer lo que nos proponemos”, dijo la niña indígena cakchiquel Tura, originaria del noroccidental departamento de Chimaltenango.El cambio de actitud logrado por esta niña es parte de los desafíos trazados por la iniciativa Abriendo Oportunidades, de la no gubernamental Population Council, en los departamentos Alta Verapaz, Chimaltenango, Sololá, Totonicapán, Quetzaltenango y Chiquimula, en el este y el noroeste del país.
El trabajo va dirigido a niñas y jóvenes de ocho a 18 años, con el propósito de fortalecer las comunidades rurales y crear “espacios seguros” en los que ellas puedan reunirse y aprender sobre autoestima, desarrollo de aspiraciones y planificación del futuro, salud sexual y reproductiva y prevención del VIH/sida, entre otros temas.
“Queremos hacer a las niñas visibles e inevitables. Que no las puedan ignorar, que las vean y que vayan ocupando espacios públicos cada vez más para que los que toman las decisiones ya no las puedan ignorar”, dijo la directora de Population Council Guatemala, Alejandra Colom. ”Que tengan más amigas y mentoras, que mejoren su autoestima, que tengan metas, que las logren alcanzar y que, si desean atrasar el matrimonio y tener familias pequeñas, que sepan cómo hacerlo”, añadió.
En Guatemala, donde poco más de mitad de los 14 millones de habitantes son mujeres, las indígenas cargan consigo la posición más desventajosa en la sociedad, debido a la profunda marginación que subyace en el país. Siete de cada 10 muertes maternas se dan en mujeres indígenas en este país, que encabeza la tasa de embarazos adolescentes en el área rural en América Latina con 114 madres menores de 20 años por cada 1.000, según la Encuesta Nacional Materno Infantil 2008/2009.
La situación se repite en la educación. Apenas una de cada 10 adolescentes indígenas se inscribe en la escuela secundaria, mientras que la cifra se reduce a una de cada 100 cuando viven en situación de pobreza extrema, según un estudio de 2007 del Banco Mundial. Mientras, la población guatemalteca crece a ritmo vertiginoso, una situación que perpetúa la pobreza.
El informe Estado de la Población Mundial 2011, divulgado esta semana por el Fondo de Población de la Organización de las Naciones Unidas (Unfpa), sitúa a Guatemala con la tasa de fecundidad más alta de América Latina. El documento revela que las mujeres guatemaltecas de entre 15 y 49 años tienen en promedio 3.8 hijos (2010-2015), cuando a escala latinoamericana el promedio es de 2,2. Estas cifras son parte de los argumentos que han movido al programa Abriendo Oportunidades a ofrecer espacios para dialogar con las niñas sobre la salud sexual y reproductiva.
“Les hablamos de lo que significa tener un hijo antes de los 20 años, de planificación familiar y temas como “Conociendo mi cuerpo”, porque muchas jóvenes no lo conocen ni saben cómo va desarrollándose”, explicó una de las mentoras, Patricia Alva.
¿Cómo funciona el programa? La iniciativa, auspiciada por Unfpa-Guatemala, lanza una convocatoria en comunidades donde no existen oportunidades para las mujeres destinada a buscar candidatas que puedan convertirse en tutoras del programa.
Las seleccionadas realizan una pasantía de un año en una institución local relacionada con las temáticas que abordarán con las niñas, como derechos humanos, salud, educación y otros. Y al finalizar, ellas se convierten en las tutoras de las niñas y jóvenes, con quienes discutirán los diferentes temas.
Antes de iniciar el trabajo con las niñas y las adolescentes, las tutoras se reúnen con los padres y las madres y definen el lugar destinado como “espacio seguro”, donde las participantes asistirán a las sesiones de dos horas de duración, una vez por semana.
Pero el trabajo no es fácil. “Es difícil que los padres les den permiso a sus hijas de participar y debemos explicarles bien de qué se trata”, dijo Hermelinda Teleguario, una líder del grupo. La deserción alcanza a 50 por ciento de las participantes, según las tutoras, principalmente por razones económicas. ”Al llegar a los 14 y 15 años, ellas tienen la responsabilidad de ganarse la vida, porque algunos papás les dicen que ya no les corresponde a ellos comprarles su ropa. Ahí empiezan a trabajar como empleadas domésticas, en el mercado y otros oficios”, y luego llegan los embarazos, explicó. Alrededor de 4.000 niñas han participado desde 2004 en el programa Abriendo Oportunidades.
sábado, 8 de octubre de 2011
Un periodista cabreado
Arrebato en directo del periodista Dylan Ratigan en su programa en MSNBC a raíz de un debate sobre la situación económica del país (EEUU).
viernes, 7 de octubre de 2011
La cosa más importante del mundo
Este texto es el discurso que dio el pasado 6 de octubre en la Plaza Libertad, ante los participantes en Ocupa Wall Street la periodista e investigadora Naomi Klein.
Fue publicado en el periódico que editan los manifestantes, The Occupied Wall Street Journal.
Naomi Klein pronunciando su discurso el pasado 6 de Octubre en Nueva York
Discurso íntegro:
Si algo sé, es que el uno por ciento ama una crisis. Cuando la gente entra en pánico y está desesperada, y parece que nadie sabe qué hacer, es el momento ideal para lograr que se apruebe su lista de deseos de políticas pro empresariales: privatizar la educación y la seguridad social, recortar los servicios públicos, deshacerse de las últimas restricciones al poder empresarial.
En medio de la crisis económica, esto es lo que actualmente sucede en todo el mundo. Sólo hay una cosa que puede bloquear esta táctica, y, afortunadamente, es grande: el 99 por ciento. Y ese 99 por ciento está tomando las calles, desde Madison hasta Madrid, para decir: “No, no pagaremos tu crisis”.
Esa consigna comenzó en Italia, en 2008. Rebotó en Grecia y Francia e Irlanda, y finalmente llegó a la milla cuadrada en la que la crisis empezó.
“¿Por qué protestan?”, preguntan los perplejos expertos en la televisión. Mientras, el resto del mundo pregunta: “¿Por qué se tardaron tanto?”, “Nos preguntábamos cuándo iban a aparecer”. Y, sobre todo dice: “Bienvenidos”.
Mucha gente hace paralelismos entre Ocupa Wall Street y las llamadas protestas contra la globalización, en Seattle, en 1999, que atrajeron la atención mundial. Esa fue la última vez que un movimiento descentralizado, global y encabezado por jóvenes, apuntó directamente contra el poder empresarial. Y me enorgullece haber sido parte de lo que llamamos “el movimiento de movimientos”.
Pero también hay importantes diferencias. Por ejemplo, elegimos a las cumbres como nuestros blancos: la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el G-8. Las cumbres son transitorias por naturaleza, sólo duran una semana. Eso hizo que nosotros también fuéramos transitorios. Aparecíamos, llegábamos a los titulares mundiales, y luego desapareceríamos. Y, en el frenesí del hiperpatriotismo y militarismo posterior a los ataques del 9/11, fue fácil borrarnos del mapa, al menos en Norteamérica.
La tarea de nuestro tiempo es darle la vuelta a esto: retar esta falsa escasez. Insistir en que tenemos los recursos como para construir una sociedad incluyente y decente, y al mismo tiempo respetar los verdaderos límites que la Tierra puede aguantar.
El cambio climático implica que tenemos una fecha límite para hacerlo. Esta vez, nuestro movimiento no puede distraerse, dividirse, agotarse y ser borrado del mapa por los acontecimientos. Esta vez tenemos que triunfar.
Y no hablo de regular los bancos e incrementar los impuestos a los ricos, aunque eso es importante.
Me refiero a cambiar los valores subyacentes que gobiernan nuestra sociedad. Eso es difícil de acomodar en una sola demanda, amigable para los medios. Y también es difícil resolver cómo hacerlo. Pero, no por ser difícil se vuelve menos urgente.
Eso es lo que veo que ocurre en esta plaza. En la manera en que se alimentan unos a otros, se dan calor unos a otros, comparten información libremente y se proveen de servicios de salud, clases de meditación y talleres.
Mi letrero favorito aquí es: “Me importas”. En una cultura que entrena a la gente a evitar la mirada del otro, a decir, “deja que se muera”, eso es una declaración profundamente radical.
Peleamos contra las más poderosas fuerzas económicas y políticas del planeta. Eso asusta. Y conforme este movimiento crezca, de fortaleza en fortaleza, asustará cada vez más.
Siempre estén concientes de que habrá la tentación de cambiar de blanco, a uno más chico, como, por ejemplo, la persona a tu lado. No caigas en la tentación. Esta vez, tratémonos como si planeáramos trabajar uno al lado del otro, en la lucha, durante muchos, muchos años. Porque la labor que tenemos ante nosotros demanda nada menos que eso.
Tratemos a este hermoso movimiento como si fuera la cosa más importante en el mundo. Porque lo es. Realmente lo es.
Fue publicado en el periódico que editan los manifestantes, The Occupied Wall Street Journal.
Naomi Klein pronunciando su discurso el pasado 6 de Octubre en Nueva York
Discurso íntegro:
Si algo sé, es que el uno por ciento ama una crisis. Cuando la gente entra en pánico y está desesperada, y parece que nadie sabe qué hacer, es el momento ideal para lograr que se apruebe su lista de deseos de políticas pro empresariales: privatizar la educación y la seguridad social, recortar los servicios públicos, deshacerse de las últimas restricciones al poder empresarial.
En medio de la crisis económica, esto es lo que actualmente sucede en todo el mundo. Sólo hay una cosa que puede bloquear esta táctica, y, afortunadamente, es grande: el 99 por ciento. Y ese 99 por ciento está tomando las calles, desde Madison hasta Madrid, para decir: “No, no pagaremos tu crisis”.
Esa consigna comenzó en Italia, en 2008. Rebotó en Grecia y Francia e Irlanda, y finalmente llegó a la milla cuadrada en la que la crisis empezó.
“¿Por qué protestan?”, preguntan los perplejos expertos en la televisión. Mientras, el resto del mundo pregunta: “¿Por qué se tardaron tanto?”, “Nos preguntábamos cuándo iban a aparecer”. Y, sobre todo dice: “Bienvenidos”.
Mucha gente hace paralelismos entre Ocupa Wall Street y las llamadas protestas contra la globalización, en Seattle, en 1999, que atrajeron la atención mundial. Esa fue la última vez que un movimiento descentralizado, global y encabezado por jóvenes, apuntó directamente contra el poder empresarial. Y me enorgullece haber sido parte de lo que llamamos “el movimiento de movimientos”.
Pero también hay importantes diferencias. Por ejemplo, elegimos a las cumbres como nuestros blancos: la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el G-8. Las cumbres son transitorias por naturaleza, sólo duran una semana. Eso hizo que nosotros también fuéramos transitorios. Aparecíamos, llegábamos a los titulares mundiales, y luego desapareceríamos. Y, en el frenesí del hiperpatriotismo y militarismo posterior a los ataques del 9/11, fue fácil borrarnos del mapa, al menos en Norteamérica.
En cambio, Ocupa Wall Street eligió un blanco fijo. Y no ha puesto fecha límite a su presencia en este lugar. Eso es sabio. Sólo cuando te mantienes fijo puedes echar raíces. Esto es crucial. Es un hecho, en la era de la información, que demasiados movimientos brotan, como hermosas flores, pero rápidamente mueren. Es porque no tienen raíces. Y no tienen planes de largo plazo de cómo se van a sostener. Cuando llegan las tormentas, el agua se las lleva.
Ser horizontal y profundamente democrático es maravilloso. Estos principios son compatibles con el duro trabajo de construir estructuras e instituciones que sean lo suficientemente robustas para que puedan sobrellevar las tormentas que vienen. Tengo mucha fe en que esto pasará.
Algo más que este movimiento hace bien: se comprometieron con la no violencia. Se rehúsan a darle a los medios las imágenes de ventanas rotas y luchas callejeras, que tanto anhelan. Y esa tremenda disciplina ha implicado que, una y otra vez, la historia sea la deplorable y no provocada brutalidad policiaca. De la cual vimos más todavía el miércoles (día 5) por la noche. Mientras, el apoyo a este movimiento crece y crece. Más sabiduría.
Pero la gran diferencia, tras una década, es que en 1999 nos enfrentábamos al capitalismo en la cúspide de un frenético auge económico. La tasa de desempleo era baja, las carteras de acciones tenían un alto valor. Los medios estaban borrachos de dinero fácil. En aquel entonces se trataba de comenzar negocios, no cerrarlos.
Hicimos notar que la desregulación detrás del frenesí tenía un precio. Era dañino a los estándares laborales.
Era dañino a los estándares medioambientales. Las empresas se volvían más poderosas que los gobiernos y eso era dañino para nuestras democracias. Pero, para ser honesta con ustedes, mientras fueran buenos tiempos, enfrentarse a un sistema económico basado en el egoísmo era una tarea difícil, al menos en los países ricos.Diez años más tarde, parece que ya no hay países ricos. Sólo un montón de gente rica. Gente que se enriqueció saqueando la riqueza pública y agotando los recursos naturales en el mundo.
El punto es que hoy, todos pueden ver que el sistema es profundamente injusto y se sale de control a toda velocidad. El egoísmo sin restricciones ha destrozado la economía global. Y también está destrozando al mundo natural. Sobrepescamos nuestros océanos, contaminamos nuestra agua con la fracturación hidráulica y las perforaciones en aguas profundas, nos enfocamos en las formas más sucias de energía en el planeta, como las arenas bituminosas de Alberta. La atmósfera no puede absorber la cantidad de carbono que le metemos, con lo cual creamos un peligroso calentamiento. El nuevo modelo de lo normal son los desastres en serie: económico y ecológico.
Estos son los hechos. Son tan evidentes, tan obvios, que es mucho más fácil conectarse con la gente de lo que era en 1999, y construir rápido el movimiento.
Todos sabemos, o al menos intuimos, que el mundo está de cabeza: actuamos como si no tuviera fin lo que en realidad es finito: los combustibles fósiles y el espacio en la atmósfera para absorber sus emisiones. Y actuamos como si hubiera estrictos e inamovibles límites a lo que abunda: los recursos financieros para construir el tipo de sociedad que necesitamos.La tarea de nuestro tiempo es darle la vuelta a esto: retar esta falsa escasez. Insistir en que tenemos los recursos como para construir una sociedad incluyente y decente, y al mismo tiempo respetar los verdaderos límites que la Tierra puede aguantar.
El cambio climático implica que tenemos una fecha límite para hacerlo. Esta vez, nuestro movimiento no puede distraerse, dividirse, agotarse y ser borrado del mapa por los acontecimientos. Esta vez tenemos que triunfar.
Y no hablo de regular los bancos e incrementar los impuestos a los ricos, aunque eso es importante.
Me refiero a cambiar los valores subyacentes que gobiernan nuestra sociedad. Eso es difícil de acomodar en una sola demanda, amigable para los medios. Y también es difícil resolver cómo hacerlo. Pero, no por ser difícil se vuelve menos urgente.
Eso es lo que veo que ocurre en esta plaza. En la manera en que se alimentan unos a otros, se dan calor unos a otros, comparten información libremente y se proveen de servicios de salud, clases de meditación y talleres.
Mi letrero favorito aquí es: “Me importas”. En una cultura que entrena a la gente a evitar la mirada del otro, a decir, “deja que se muera”, eso es una declaración profundamente radical.
Peleamos contra las más poderosas fuerzas económicas y políticas del planeta. Eso asusta. Y conforme este movimiento crezca, de fortaleza en fortaleza, asustará cada vez más.
Siempre estén concientes de que habrá la tentación de cambiar de blanco, a uno más chico, como, por ejemplo, la persona a tu lado. No caigas en la tentación. Esta vez, tratémonos como si planeáramos trabajar uno al lado del otro, en la lucha, durante muchos, muchos años. Porque la labor que tenemos ante nosotros demanda nada menos que eso.
Tratemos a este hermoso movimiento como si fuera la cosa más importante en el mundo. Porque lo es. Realmente lo es.
martes, 4 de octubre de 2011
Un circo para que Palestina sueñe
Se llama Sakher y tiene siete años. Su padre y su abuelo lo llevan de la mano por las calles del campo de refugiados de Jelazoun (Cisjordania, Palestina). Es un niño introvertido y callado que se emociona sólo al hablar del Real Madrid. Entran juntos al centro de jóvenes del campamento. Sakher nunca ha visto un circo, y hoy toca estrenarse. “En mis tiempos, en Lydda (Lod), iban malabaristas y saltimbanquis de vez en cuando… Hace media vida que no los veo“, dice el abuelo, recordando los tiempos en los que vivía en lo que hoy es suelo de Israel. Ni su hijo ni su nieto han tenido nunca un trapecista o un equilibrista cerca. No ha habido lugar para la magia del circo en este campo con 11.000 almas, asfixiado por la falta de alcantarillado y el hacinamiento en las escuelas, a siete kilómetros al norte de Ramala, tan cerca y tan lejos de la capital. Enclavados en una ladera rocosa, tomar la carretera sinuosa para ir a “la ciudad” cuesta demasiado dinero. Y nadie nada en la abundancia en Jelazoun. Por eso hoy es un día de fiesta, un día de corazones abiertos, de expectativa, de ansia de disfrutar. Es lo que hacen unos 200 niños y unas dos docenas de adultos escapados hasta esta pista de juego hoy cubierta para dar sombra a los artistas, los especialistas de la Escuela de Circo de Palestina (unos 15) y los voluntarios de Alemania, Francia, Estados Unidos, Noruega y España (otros tantos), que durante julio y agosto están de tour por Cisjordania derrochando entrega.
No es el primer año sino el cuarto que se deciden a recorrer los campamentos de refugiados y las escuelas de la zona abriendo ventanas a la expresión artística de un pueblo castigado por la ocupación. Jessika Devlieghere, cofundadora de la escuela de Ramala junto a Shadi Zmornod, conoce el desdén con que se suele tratar al circo en todo el mundo, “un arte menor, dicen algunos”, pero ni esa crítica ni las cejas arqueadas de los que ven infantil combatir el dolor con cuerdas, bailes y mazas paran su iniciativa verano tras verano. “¿Circo en Palestina? Siempre lo desdeñan. Pues sí: arte en Palestina. Queremos fortalecer la identidad palestina desde este otro ángulo del arte. El circo es cooperación e intercambio, y eso es básico en una población en zona de conflicto. Nuestra escuela quiere crear profesionales, difundir las diferentes variantes que engloba nuestro oficio y potenciar la creatividad de los chavales, porque una sociedad no sólo se construye desde las instituciones políticas”, defiende. Todos los cooperantes que han viajado este año a los Territorios Ocupados comparten esa visión: el circo como pedagogía, como educación corporal, emocional y social. Por eso hay quien repite de otros años, quien se ha quedado “enganchado” con esta tierra.
Es el caso de Marta, española, especialista en telas, y Camila, noruega, equilibrista en cuerda bajo su disfraz de gato. “Aquí todos enseñamos y todos aprendemos, sobre todo llevando el circo allí donde no pueden disfrutar del arte tan a menudo. A los niños les encanta, aprenden muy rápido, cuando les das la oportunidad todo funciona. Es necesario expresarse… A pesar de todo la gente sigue bailando y disfrutando y por eso la ocupación no está ganando, porque los palestinos no responden con violencia sino con risa, con arte, con cohesión entre la gente“, dice la española, periodista de profesión y artista vocacional. Camila, la única que realmente se gana la vida profesionalmente haciendo figuras en el aire, dice que su viaje anual a Palestina la beneficia a ella más que a los pequeños. “Ellos le dan un sentido total a mi trabajo, son buenos y lo expresan con mucha pasión… Me encantan los niños de aquí, tienen mucha fuerza y mucha alegría a pesar de todo”.
Una decena de espectáculos son las que están acometiendo este año, que les han llevado a escuelas y campos de refugiados de Nablus, Ramala, Nebróen n, Belén y Jerusalén Este, donde participaron además en uno de los festivales más prestigiosos del verano, el Yabous Jerusalem Festival. Tienen los medios justos: colchonetas, trapecios, algunas caretas, cuerdas y telas, mazas… A los niños no les importa. Sakher y sus amigos (Fathma, Ismail, Mohammed, Yasser) miran el escenario improvisado con desconcierto al principio, callados de pura concentración más adelante, sonrientes y cómplices al final. No saben cómo se llama cada elemento ni las disciplinas, saben que es movimiento, diversión e intensidad. Se nota en los aplausos del público: tímidos pasando por agradecidos y finalizando entregados. (Bien, vale, algunos no lo entienden y se limitan a bailotear o a seguir el ritmo de la batería, pero son poquísimos frente a la masa atenta). “No tenemos dónde entretenerlos, la escuela ahora no funciona en verano y, aunque la gente de la UNRWA hace lo que puede, no es suficiente”, explica Hayat, ama de casa, madre de tres niños, que mira curiosa por la ventana del centro, ávida también ella de un poco de distracción, de sueños y alegría. Desde la dirección del campo abundan en ese lamento: con familias de siete miembros de media, es imposible pagar un taxi o billete tras billete de autobús para ir a buscar arte o diversión a Ramala, lo que más cerca les viene. Estando a 15 minutos de la actual capital palestina, la misma en la que proliferan hoteles de cinco estrellas y edificios de grandes empresas y restaurantes chill out, no tienen acceso a nada que signifique evasión. Con la mirada clavada en el techo, uno de los responsables calcula: “Puede que el 85% de estos niños, que son la mitad de nuestra población, nunca haya salido de Jelazoun“. Los niños de campos como Al Amari, enclavados a las puertas de Ramala, pueden ir andando a cualquier acto, convocatoria o espectáculo. Hace un mes, sin ir más lejos, tenían unos dos kilómetros el primer Picasso que pisaba Palestina. Los de Jelazoun no. “Son generaciones que nacen, viven y mueren aquí, cuando no son de aquí, sino de la región de Ramla”, se lamenta el portavoz improvisado.
Los niños miran con envidia a Lur y Alaa, dos niñas palestinas que están colaborando con los artistas estos días, que viajan por Cisjordania, que hablan inglés, a las que el aguijón de la vocación se les ha clavado y ya sólo quieren circo, circo y circo. “Yo no sé si quiero hacer lo que ellos, es que no sé qué es”, decía cerca de ellas Fadi, un chico de 11 años que pensaba que en el circo sólo había payasos. La semilla ya está sembrada porque, más allá de un rato de paz en la rutina implacable de estos menores, lo que está haciendo la Escuela de Circo de Palestina es formar profesionales. Lo lleva haciendo desde 2006 y sus profesores han atendido ya a 300 estudiantes. Tres de ellos, afirma orgullosa Jessika, trabajan como profesionales por medio mundo. Ahora mismo hay un centenar de chavales que acuden a clase, en Al Tira, en un edificio de formació profesional prestado por la Iglesia Evangélica. El año próximo tendrán sede propia en Bir Zeit, con espacio para la danza incluido. “Empezamos mal, con la guerra de Líbano parecía que íbamos a tener que parar, pero no, justo aquel agosto nos entrenamos, y hasta hoy”, relata la ideóloga de la escuela.
La idea surgió de un “fuerte compromiso” de Jessika y Shadi con la causa palestina y después de ver en “cientos de ocasiones” el desgaste de la infancia en esta tierra. “Ven sus hogares destrozados, les quitan sus tierras de labor, los someten y humillan en checkpoints, sufren abusos, detenciones arbitrarias y asesinatos, y luego los ves vendiendo dulces o limpiando cristales en el paso de Qalandia… Teníamos que hacer algo por su desarrollo físico, mental y artístico, y el tiempo nos está dando la razón”, explican las bases de la escuela. La palabra que más repite Devlieghere es “transformación social“, la de un pueblo que lleva “63 años sin poder canalizar su emoción porque está vetado”. “Si no puedes ni cantar tus penas, ni reír tus desgracias, si no puedes hacer mimo para irradiar lo que sientes desde la contención, si no tienes libertad para dominar el aire con acrobacias, si sientes tu cuerpo aprisionado… Es como si no te dejaran bailar, o pintar o cantar. El circo es un arte mundial porque el ser humano tiene necesidad de él, de expresarse a través suyo. ¿Cómo no iba a instalarse también en Palestina?”, insiste. Tanta fuerza está tomando la Escuela de Ramala que atrae eventos a escala mundial. Sin su aliento a estas artes en Palestina sería imposible, por ejemplo, la primera edición de Festiclown Palestina, un festival de circo, clown y risoterapia organizado por Pallasos En Rebeldía.
Será en septiembre cuando llegue el nuevo soplo de libertad a Cisjordania, cuando se abran nuevos agujeros en el tiempo monótono y triste de los refugiados. Es apenas una hora y media larga de sueños la que han vivido en Jelazoun, lo justo para pintar sonrisas y alejar miedos. Los niños como Sakher (también niños ahora su padre y su abuelo, de la mano) regresan a casa por caminos polvorientos, sin asfaltar, jalonados de contenedores ardiendo, de retratos de Arafat, de casillas bajas, antiguas tiendas de tela, el sello del refugiado. A la espera de que lleguen pronto nuevas sonrisas.
No es el primer año sino el cuarto que se deciden a recorrer los campamentos de refugiados y las escuelas de la zona abriendo ventanas a la expresión artística de un pueblo castigado por la ocupación. Jessika Devlieghere, cofundadora de la escuela de Ramala junto a Shadi Zmornod, conoce el desdén con que se suele tratar al circo en todo el mundo, “un arte menor, dicen algunos”, pero ni esa crítica ni las cejas arqueadas de los que ven infantil combatir el dolor con cuerdas, bailes y mazas paran su iniciativa verano tras verano. “¿Circo en Palestina? Siempre lo desdeñan. Pues sí: arte en Palestina. Queremos fortalecer la identidad palestina desde este otro ángulo del arte. El circo es cooperación e intercambio, y eso es básico en una población en zona de conflicto. Nuestra escuela quiere crear profesionales, difundir las diferentes variantes que engloba nuestro oficio y potenciar la creatividad de los chavales, porque una sociedad no sólo se construye desde las instituciones políticas”, defiende. Todos los cooperantes que han viajado este año a los Territorios Ocupados comparten esa visión: el circo como pedagogía, como educación corporal, emocional y social. Por eso hay quien repite de otros años, quien se ha quedado “enganchado” con esta tierra.
Es el caso de Marta, española, especialista en telas, y Camila, noruega, equilibrista en cuerda bajo su disfraz de gato. “Aquí todos enseñamos y todos aprendemos, sobre todo llevando el circo allí donde no pueden disfrutar del arte tan a menudo. A los niños les encanta, aprenden muy rápido, cuando les das la oportunidad todo funciona. Es necesario expresarse… A pesar de todo la gente sigue bailando y disfrutando y por eso la ocupación no está ganando, porque los palestinos no responden con violencia sino con risa, con arte, con cohesión entre la gente“, dice la española, periodista de profesión y artista vocacional. Camila, la única que realmente se gana la vida profesionalmente haciendo figuras en el aire, dice que su viaje anual a Palestina la beneficia a ella más que a los pequeños. “Ellos le dan un sentido total a mi trabajo, son buenos y lo expresan con mucha pasión… Me encantan los niños de aquí, tienen mucha fuerza y mucha alegría a pesar de todo”.
Una decena de espectáculos son las que están acometiendo este año, que les han llevado a escuelas y campos de refugiados de Nablus, Ramala, Nebróen n, Belén y Jerusalén Este, donde participaron además en uno de los festivales más prestigiosos del verano, el Yabous Jerusalem Festival. Tienen los medios justos: colchonetas, trapecios, algunas caretas, cuerdas y telas, mazas… A los niños no les importa. Sakher y sus amigos (Fathma, Ismail, Mohammed, Yasser) miran el escenario improvisado con desconcierto al principio, callados de pura concentración más adelante, sonrientes y cómplices al final. No saben cómo se llama cada elemento ni las disciplinas, saben que es movimiento, diversión e intensidad. Se nota en los aplausos del público: tímidos pasando por agradecidos y finalizando entregados. (Bien, vale, algunos no lo entienden y se limitan a bailotear o a seguir el ritmo de la batería, pero son poquísimos frente a la masa atenta). “No tenemos dónde entretenerlos, la escuela ahora no funciona en verano y, aunque la gente de la UNRWA hace lo que puede, no es suficiente”, explica Hayat, ama de casa, madre de tres niños, que mira curiosa por la ventana del centro, ávida también ella de un poco de distracción, de sueños y alegría. Desde la dirección del campo abundan en ese lamento: con familias de siete miembros de media, es imposible pagar un taxi o billete tras billete de autobús para ir a buscar arte o diversión a Ramala, lo que más cerca les viene. Estando a 15 minutos de la actual capital palestina, la misma en la que proliferan hoteles de cinco estrellas y edificios de grandes empresas y restaurantes chill out, no tienen acceso a nada que signifique evasión. Con la mirada clavada en el techo, uno de los responsables calcula: “Puede que el 85% de estos niños, que son la mitad de nuestra población, nunca haya salido de Jelazoun“. Los niños de campos como Al Amari, enclavados a las puertas de Ramala, pueden ir andando a cualquier acto, convocatoria o espectáculo. Hace un mes, sin ir más lejos, tenían unos dos kilómetros el primer Picasso que pisaba Palestina. Los de Jelazoun no. “Son generaciones que nacen, viven y mueren aquí, cuando no son de aquí, sino de la región de Ramla”, se lamenta el portavoz improvisado.
Los niños miran con envidia a Lur y Alaa, dos niñas palestinas que están colaborando con los artistas estos días, que viajan por Cisjordania, que hablan inglés, a las que el aguijón de la vocación se les ha clavado y ya sólo quieren circo, circo y circo. “Yo no sé si quiero hacer lo que ellos, es que no sé qué es”, decía cerca de ellas Fadi, un chico de 11 años que pensaba que en el circo sólo había payasos. La semilla ya está sembrada porque, más allá de un rato de paz en la rutina implacable de estos menores, lo que está haciendo la Escuela de Circo de Palestina es formar profesionales. Lo lleva haciendo desde 2006 y sus profesores han atendido ya a 300 estudiantes. Tres de ellos, afirma orgullosa Jessika, trabajan como profesionales por medio mundo. Ahora mismo hay un centenar de chavales que acuden a clase, en Al Tira, en un edificio de formació profesional prestado por la Iglesia Evangélica. El año próximo tendrán sede propia en Bir Zeit, con espacio para la danza incluido. “Empezamos mal, con la guerra de Líbano parecía que íbamos a tener que parar, pero no, justo aquel agosto nos entrenamos, y hasta hoy”, relata la ideóloga de la escuela.
La idea surgió de un “fuerte compromiso” de Jessika y Shadi con la causa palestina y después de ver en “cientos de ocasiones” el desgaste de la infancia en esta tierra. “Ven sus hogares destrozados, les quitan sus tierras de labor, los someten y humillan en checkpoints, sufren abusos, detenciones arbitrarias y asesinatos, y luego los ves vendiendo dulces o limpiando cristales en el paso de Qalandia… Teníamos que hacer algo por su desarrollo físico, mental y artístico, y el tiempo nos está dando la razón”, explican las bases de la escuela. La palabra que más repite Devlieghere es “transformación social“, la de un pueblo que lleva “63 años sin poder canalizar su emoción porque está vetado”. “Si no puedes ni cantar tus penas, ni reír tus desgracias, si no puedes hacer mimo para irradiar lo que sientes desde la contención, si no tienes libertad para dominar el aire con acrobacias, si sientes tu cuerpo aprisionado… Es como si no te dejaran bailar, o pintar o cantar. El circo es un arte mundial porque el ser humano tiene necesidad de él, de expresarse a través suyo. ¿Cómo no iba a instalarse también en Palestina?”, insiste. Tanta fuerza está tomando la Escuela de Ramala que atrae eventos a escala mundial. Sin su aliento a estas artes en Palestina sería imposible, por ejemplo, la primera edición de Festiclown Palestina, un festival de circo, clown y risoterapia organizado por Pallasos En Rebeldía.
Será en septiembre cuando llegue el nuevo soplo de libertad a Cisjordania, cuando se abran nuevos agujeros en el tiempo monótono y triste de los refugiados. Es apenas una hora y media larga de sueños la que han vivido en Jelazoun, lo justo para pintar sonrisas y alejar miedos. Los niños como Sakher (también niños ahora su padre y su abuelo, de la mano) regresan a casa por caminos polvorientos, sin asfaltar, jalonados de contenedores ardiendo, de retratos de Arafat, de casillas bajas, antiguas tiendas de tela, el sello del refugiado. A la espera de que lleguen pronto nuevas sonrisas.
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